martes, 12 de febrero de 2008

Ofensiva oficialista,Globorepresión

El gobierno bolivariano se ha empeñado en una batalla inútil contra los medios de comunicación tanto venezolanos como internacionales. Lo único que ha logrado con ello es un creciente desprestigio y una caída apabullante en su credibilidad, pero aún así insiste en agredir a los periodistas y a los dueños de medios.


A los primeros se les tilda de mercenarios, incapaces de tener un pensamiento propio y una conducta valiente y ética en el ejercicio de su trabajo. A los propietarios de revistas, periódicos, radios o canales de televisión, se le encasquetan alternativamente los títulos de oligarcas golpistas y de agentes de la CIA.


Al principio la monería oficialista causó gracia por su insoportable simpleza, luego motivó preocupación al convertirse en una manía presidencial y de los ministros de información, y hoy se le aprecia lamentablemente como el anticipo de un zarpazo militar y policial contra la libertad de expresión. No se trata de una exageración opositora ni de una estrategia conjunta de los medios: en realidad estamos ante una amenaza represiva que cada vez se vuelve más real y concreta.
La razón es muy simple y los venezolanos, que no son para nada ingenuos, ya han adivinado que el Gobierno necesita incrementar su capacidad de manejar y manipular la opinión pública para poder enfrentar la crisis económica y política que, en este momento y de manera imparable, se le viene encima.


Los estrategas de Miraflores insisten mucho en la necesidad de acallar las voces críticas que desmontan las estrategias embaucadoras del gobierno militar. Necesitan esto para poder adelantar las campañas de sometimiento ideológico que, hasta ahora, no han funcionado como ellos querían.


Este sueño irrealizable años atrás tanto en la Unión Soviética como en sus países satélites, vuelve a colocarse sobre la mesa en Venezuela, como una justificación del fracaso de la burocracia socialista para imaginar una estrategia funcional y atractiva para los sectores populares.


Si, por ejemplo, Globovisión no tuviera éxito como canal de noticias entre los televidentes, hoy el Gobierno no estaría armando un plan para cerrarlo, y acabar con un medio televisivo que lo único que hace es informar a cada momento, con precisión y efectividad. En cambio, si en Globovisión se empeñaran en un plan premeditado y siniestro contra el país y sus ciudadanos, pues a los pocos meses no gozarían de audiencia alguna, ni tampoco serían objeto de manifestaciones de aprecio y apoyo por su labor informativa.


El Gobierno tiende a despreciar a la mayoría de los venezolanos que no piensan como los escuálidos cuatro millones de votantes bolivarianos que apoyaron al Presidente de la República el 2 de diciembre. Ahora resulta que el culpable de la corrupción galopante en los ministerios y empresas del Estado, las matanzas en los barrios, los secuestros en las fronteras, la escasez de alimentos, la complicidad con las FARC, es Alberto Federico Ravell, por informar lo que pasa en Venezuela.

Menuda gracia.

No hay comentarios: