Chávez ya no es primicia. Ahora es posible juzgarlo no sólo por sus palabras, sino por sus hechos
Una nueva narrativa sobre la revolución de Chávez comienza a escribirse en la prensa estadounidense. Tras una década de gobierno, el exótico enigma en torno al máximo líder se va revelando como una historia de riqueza y poder donde los capítulos más brillantes son opacados por la terca realidad, esa misma que cuando se antoja con imponerse sobre las intenciones, termina por sacar al sol los trapos más sucios.
Para cubrir lo que considera será la noticia del año en la región el Miami Herald abrió una oficina permanente en Caracas. Los primeros trabajos dan cuenta de los millones gastados por Chávez en América Latina y Estados Unidos para pulir su imagen, noticia vieja para los venezolanos, pero una óptica reveladora para el lector anglosajón.
Todas las semanas el New York Times dedica espacio a las contradicciones de la revolución, y más recientemente al flujo migratorio, reportando que el número de venezolanos en el sur de Florida creció 118% entre los años 2000 y 2006. Chávez sabe como agarrar prensa, pero poco a poco el axioma "no importan lo que hablen de mí, mientras hablen" está transformando su imagen de líder regional en una caricatura del personalismo. En la opinión pública de EEUU Chávez atraviesa arenas movedizas.
Claro que su retórica le resta importancia a estos titulares emanados desde el imperio. Pero mientras algunos líderes ganan verdadera estatura mundial, a veces cargando siniestras sombras como es el caso de Putin, personaje del año para la revista Time, o con gestiones sorprendentes como sucede con Lula, a Chávez se le va acortando el escenario y está perdiendo luces. A final de cuentas, también en los temas de imagen este es un mercado salvaje. Si más allá de la prensa estadounidense, la opinión pública mundial lo enfoca con nueva óptica, su administración le caerá como un yunque: es difícil justificar que con un barril de petróleo por las nubes no se encuentre un litro de leche en Caracas.
Como a todo líder carismático, a Chávez le gusta fotografiar su mejor ángulo. Pero la realidad venezolana comienza a leerse como un acertijo múltiple que va más allá de la propaganda y el lobby oficial. Y lo que aparece es un hombre atrapado en su propia tela, incapaz de mostrar resultados a la altura de sus promesas. Diez años después, el fenómeno Chávez ya no es primicia. Ahora es posible juzgarlo no sólo por sus palabras, sino por sus hechos.
Opinión
Eli Bravo
ND / El Universa
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