Con el estilo provocador y revulsivo de un Fernando Peña y la ideologizada estructura de pensamiento de un Luis D’Elía, Mario Silva, es el más vistoso y controvertido de los escuderos mediáticos del Presidente Chávez. Una suerte de Baby Etchecopar de la Revolución Bolivariana pertrechado con munición gruesa para contraatacar cualquier atisbo opositor.
Su programa La hojilla, que se emite a diario por la televisión estatal, nació hace cuatro años bajo el slogan “rasgando el velo mediático”. En estos días tempestuosos mutó hacia un más directo “confrontando con terrorismo mediático” en clara referencia a los medios a los que el gobierno ya no les concede, ni siquiera, el lugar de la oposición política democrática. Todas las noches Silva contrapone con brutal frontalidad todo lo que se haga y diga en otros medios que no cuadre con el discurso oficial.
Chávez puede viajar tranquilo por el mundo, Mario está aquí, a diario, cuidándole el relato revolucionario. Todo lo que se haga y diga en otros canales pasará por su implacable “hojita de afeitar”.
Del Valle Canelón, la periodista “todo terreno” de Globovisión, conoce de la filosa desconsideración de Mario. Le ha dedicado más de una diatriba desde su pantalla de la trasnoche. Justamente a ella a quien desde hace una semana llaman “Miss Valentía” tras haber quedado rodeada por varias decenas de efectivos del cuerpo de elite de la Policía Metropolitana cuando pretendía registrar un audio en una marcha de protesta sin que esto le hiciera bajar por un segundo el micrófono. Los policías no se atrevieron a acatar la orden de sacarla de escena ante la actitud persistente de esta muchacha enfundada en un chaleco antibalas y con una máscara antigas en la cabeza. Visto por TV, una escena tan inenarrable como ridícula que seguramente alguien ya subió a internet.
“Esto sólo pasa...”
Carla Angola, otra de las conductoras de la pantalla venezolana también conoce de las “delicadezas” de Silva. No sin perder el humor ella le tiró provocadores besitos y arrumacos televisivos cuando una noche tomó su transmisión del aire y la puso en la pantalla oficial para retrucar a sus invitados no precisamente oficialistas. Un momento inmortalizado en YouTube bajo el título: “Esto sólo pasa en la TV venezolana”.
Maripili Hernández no es precisamente “Miss Simpatía” pero supo ser “Miss Venezuela”. El tiempo y los avatares del periodismo y la política endurecieron sus rasgos pero también consolidaron su temple. Hoy a diario presenta batalla desde su trinchera en Unión Radio.
Es uno de los cuadros más sólidos con los que cuenta la Revolución en el vapuleado espectro radioeléctrico, al punto que Lina Ron, la activista que lideró la fuerza de choque que copó Globovisión en el pasado mes de agosto la promovió en celestinaje para desposarla con Chávez, gestiones que no parecen haber prosperado, al menos por el momento.
Años atrás directora del canal oficial, Maripili sobrelleva ahora una convocatoria de cacerolazo en su contra tras haber justificado el ataque a golpes de 12 periodistas de la Cadena Capriles por parte de un grupo de exaltados dispuestos a expresarse a las trompadas.
Marco Antonio Ruiz, periodista del diario Últimas Noticias es uno de los que vivió en carne propia la golpiza mientras repartía con sus compañeros un volante que consignaba 10 noticias que no podrán publicarse sin sufrir represalias directas una vez que entre en vigencia la controvertida Ley de Educación. Últimas noticias es un diario cuya portada siempre deja contento al Presidente. Su director Eleazar Díaz Rangel es un hombre de buena llegada al gobierno pero que después del ataque no dudo en titular pidiendo el fin de tanta violencia.
Quien sí podría ser Miss Venezuela es la conductora de noticias de Venezolana de Televisión. Alta, bella y muy segura de sí misma, esta morocha impactante sostiene que su tarea cotidiana en el noticiero estatal consiste en defender al presidente Chávez de la manipulación informativa de Globovisión. En la mesa de noticias el objetivo cotidiano está claro para todos: hay que desarticular cada “matriz” conceptual que emitan los golpistas del latifundio mediático.
Pedro Luis Flores es el conductor de noticias de Globovisión.
Él siente que ya se pone muy difícil escapar a esta polarización en la sociedad y en los medios. Para Pedro, 10 años ininterrumpidos de la cantinela que divide y separa entre ricos y pobres, blancos y negros, buenos y malos fue creando un muro que cuesta traspasar. Esto es especialmente así para los que a diario tienen que comunicar lo que pasa y pretenden hacerlo con equilibrio y veracidad.
Cree, no obstante, que hay que intentarlo. Pero el ejercicio cotidiano de tratar no quedar acorralado en una de las dos fracciones en que esta partida la sociedad es cada día más complejo y desgastante.
“Yo no conozco un solo ni-ni” nos confía Pedro Pablo Peñaloza, periodista político de El Universal, no conozco a alguien que “ni sea chavista ni antichavista” explica antes de recomendarnos que nos cuidemos mucho por la calles de Caracas. La inseguridad y la inflación son las principales preocupaciones de los venezolanos. Según los datos oficiales 13.200 personas murieron a manos de la delincuencia en el último año. Pedro Pablo cree que ahora Chávez viene por los periodistas, por todos y cada uno de los que no se alinean con los contenidos oficialistas.
Ley resorte. Tras la sanción de la Ley de Responsabilidad Social de la Radio y la TV, conocida como Ley Resorte, las cosas se complicaron. Las severas sanciones que contempla la ley para medios y comunicadores disciplinó a muchos. Dos de las grandes cadenas de TV, Venevisión y Televen alinearon sus contenidos y tiraron por la borda a sus periodistas más prestigiosos y creíbles. RCTV resistió y al poco tiempo su licencia no le fue renovada. Globovisión sigue en el aire nadie pensando que cada día puede ser el último.
El intento de imponer una “Ley de delitos mediáticos” con penas de entre uno y cuatro años de prisión para los periodistas que difundan informaciones que a juicio del gobierno de turno deformen la realidad hizo sonar todas las alarmas. La Ley no pasó pero la sensación de inseguridad, persecución y sobresalto puso a los periodistas en estado de máxima alerta.
“Chillan porque estamos democratizando los medios” se jacta el Chávez mediático y dicharachero desde su “Alló Presidente”. Desalojados de sus radios, los periodistas de las treinta y cuatro emisoras que perdieron sus licencias prefieren hablar de “totalitarismo mediático”. De un lado y del otro, definiciones extremas, cargadas de connotaciones bélicas.
La oposición política denuncia estar frente a un amenazante “pelotón de fusilamiento judicial” y la verdad se escurre acorralada por el temor a la represalia directa.
Luis José Uzcategui, en su libro El miedo en Venezuela sostiene que la recurrencia de un tono amenazante y coercitivo en el discurso oficial va llevando a vivir en una “miedocracia”.
Perder el trabajo, el sustento, la integridad física y la indemnidad judicial asusta pero, para muchos, hoy perder la libertad asusta mucho más.
Visibilidad
En la Venezuela de estos días, en la que muchos idolatran a Chávez porque no los sacó de pobres pero les devolvió la visibilidad, otros tantos temen que en nombre de la defensa de el socialismo del siglo XXI se arrase ese insumo básico de la vida en democracia: la libertad de expresión. Son los mismos que se preguntan cuanta pérdida de libertades se puede tolerar sin que a uno le lleven puesta la dignidad.
Las pantallas de televisión arden
En la tevé, obtener una versión ponderada de lo que pasa es un ejercicio desquiciante que conduce al agobio.
En Venezuela las pantallas arden. Uno no alcanza a entender cómo los plasmas no se derriten con la infernal temperatura que ha alcanzado el debate político-mediático en los últimos días.
Peligrosamente desaparecen los grises, los matices. Ahora sólo quedan los unos y los otros, nosotros o ellos, los Escuderos de la Revolución Bolivariana encarnada por el Comandante Hugo Chávez o los apátridas agentes del imperialismo.
Tratar de obtener una versión ponderada de lo que realmente pasa es un ejercicio desquiciante que conduce al agobio. Por lo pronto hay que armarse de un control remoto.
En la primera línea de fuego Venezolana de Televisión, la televisión pública, y Globovisión, la cadena privada que resiste en un bunker casi artillado. Dos contendientes en un ring mediático. El director de esta última camina por las paredes de su despacho rezando que este día que corre no sea el último de su canal. Sus periodistas se aferran a la mística tras haberse recuperado del brutal sofocón que sufrieron cuando un grupo de 20 motoqueros armados irrumpió en la planta y tras reducir a la custodia disparó cartuchos de gases en la Redacción y los estudios.
En Venezuela la redacción trabaja sin pausas. Emiten noticias todo el día. Los productores y redactores dicen tener como principal objetivo desarticular “minuto a minuto” la “matriz ideológica” que dispara el “terrorismo mediático” de los medios opositores.
En Globovisión, entre tanto, los cronistas se calzan chalecos antibalas y máscaras antigas para salir de cobertura. La pantalla del canal parece una trinchera de la resistencia.
Tras la andanada que descargó sobre la radio y la TV venezolana hace ya cinco años la ley “Resorte” que desalentó las posiciones independientes con severas sanciones y quitas de licencias los cuatro “jinetes del Apocalipsis” desaparecieron del espacio: Venevisión y Televen subordinaron sus contenidos, RCT TV resistió con fecha de vencimiento. Su licencia no le fue renovada y Globovisión quedó sola y acorralada. Es ahora el “Llanero Solitario”.
La Conatel cerró 34 radios con argumentos administrativos y evalúa el status de otras 200. Los medios públicos venezolanos emiten sin tregua ni pausa defendiendo la Revolución Bolivariana, el socialismo del siglo XXI, saturando las pantallas de spots de formación política.
En los cortes comerciales de la tevé privada, entre avisos de jabón en polvo y leche descremada se emiten hasta la exasperación los artículos constitucionales que resguardan esa libertad que hoy está en riesgo: la libertad de expresión.
Mónica Gutierrez
Enviada especial de UNO Medios
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